
“Hice todo de acuerdo a las reglas del juego, pero me las cambiaron a la mitad del partido”. Nixon
La abundancia oculta la podredumbre. Cuando hay dinero, resultados, nadie repara en lo que está ocurriendo en la sala de máquinas. ¿El tren avanza? ¡Qué más da cómo está el motor o quién es el maquinista! El problema surge cuando se detiene el tren y hay que bajar a empujar. En ese momento se afilan los puñales y cada uno muerde por “lo suyo”.
Cuando una civilización se desmorona, lo hace no en el momento de su declive, sino en el de la abundancia (ahí es cuando hay que estar más vigilantes), porque en ese momento se sientan las bases de la miseria interior, se corrompen los ideales, se entierra la ética… En ese momento estamos tan entretenidos con la fiesta que cualquier llamada a la cordura suena a antigua o remilgada. Sigue leyendo